Chihuahua Una cruz blanca de letras negras con el nombre de la activista Marisela Escobedo, las placas de los masacrados en Creel en agosto de 2008 y un altar en homenaje a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez son testigos mudos de la presencia de Andrés Manuel López Obrador en Chihuahua.
Unos 50 metros lo separan del altar ubicado frente a las puertas del palacio municipal. Pese a la cercanía, el candidato presidencial no dedica una línea de su discurso en su memoria.
De manera inusual, son más los jóvenes que asisten al mitin, donde la concurrencia no supera 2 mil personas. Eso sí, los de menor edad se hacen presentes. Quizá por eso el mensaje del candidato presidencial es para ellos.
Propone arrancarlos de las manos del crimen organizado e invertir 130 millones de pesos para darles a 7 millones empleo y educación. De ser necesario, plantea, hay qye sacarlos de sus casas, ir por ellos para evitar que caigan en las conductas antisociales.
El mitin inicia con un minuto de silencio "por todos los muertos de Chihuahua" pedido por Víctor Quintana, el candidato al Senado.
Le da la bienvenida al candidato presidencial y explica que Chihuahua es un estado "devastado por la violencia, pero (está) de pie", y lanza un "¡Ya estuvo bueno!" a la inseguridad que padece la entidad.
Le sigue otra candidata, Patricia Borunda, quien clama justicia para las mujeres asesinadas en Juárez, particularmente para Marisela Escobedo, acribillada en diciembre de 2010 frente al palacio municipal, mientras pedía justicia por la desaparición y asesinato de su hija Rubi Frayre (el esposo de la jóven es el principal sospechoso del crimen, pero está prófugo).
Llega el turno del candidato, pero no pronuncia los nombres de los activistas que han perdido la vida en Chihuahua. Tampoco de las mujeres desaparecidas, que tan mala fama han dado al estado. Pasa de largo un tema que constantemente mantiene los ojos puestos en Chihuahua.
Sociedad reservada
La gente es reservada y se contradice cuando se le pregunta sobre la violencia. Hay quienes reconocen que hay un toque de queda autoimpuesto por la población; otros prefieren decir que es como en todo el país, ni más ni menos, pero no ocultan la inquietud frente los cuestionamientos.
En el mitin no sobresalen las mantas contra la violencia y sólo se levantan las de apoyo al presidenciable. La gente sale a la calle, a la plaza pública, pero mesurada. Se percibe un ambiente diferente.
A unos metros del acto proselitista, decenas de niños escuchan a una payasita que lee un cuento, como parte de las actividades de la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Ahí abundan las carcajadas de los pequeños, cuya inocencia parece ser ajena la frase que se lee en la cruz de la activista Marisela Escobedo: Chihuahua muere.
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