GUADALAJARA, JALISCO (08/MAR/2013).- Al momento que Sergio Chávez cuenta su historia, debería estar junto a su familia descansando en un hotel de Guadalajara, antes su hijo con discapacidad debió haber tomado su terapia con delfines. Pero no. Los planes no salieron y ahora Sergio Chávez pide ayuda, en el Centro de la ciudad, donde encontró una jardinera para que su familia pudiera pasar la noche. Un día anterior, durante su viaje, seis hombres con armas largas los asaltaron y los abandonaron en un tramo de carretera.
Sergio, su esposa y sus tres niños salieron el 5 de marzo de Ciudad Juárez rumbo a Guadalajara. Hoy no saben cómo ni cuándo volverán. Pasaban las 8:30 de la noche del 6 de marzo cuando, ya en Jalisco, antes de la cabecera municipal de Encarnación de Díaz, "La Chona", dos camionetas les hicieron señas para que se orillaran. Cinco minutos después, la familia estaría tirada en un terreno, revuelta entre su equipaje desharrapado. A Sergio lo dejaron sin zapatos y en calzones.
"¿Y dicen que Jalisco está tranquilo?". A nadie de la familia le había pasado algo antes, más bien no así de escabroso, así de verle la cara al crimen organizado. Porque en Chihuahua huele a inseguridad, pero Sergio la libraba con una cuota de tres mil pesos semanales que daba para que los delincuentes le permitieran operar su taller mecánico.
El hombre cuenta su historia parado en el Jardín de San Francisco en el Centro de Guadalajara. Ahí llegó la familia pasada la noche y ahí tuvieron que dormir. Como pudo metió un reporte con las autoridades de seguridad estatal, le dieron el número 1303072448 con el que debe ir a la Procuraduría General de Justicia de Jalisco para denunciar, pero Sergio no tiene un peso para el pasaje de transporte, no sabe cómo llegar y no puede dejar a sus tres hijos y su esposa en un parque de una ciudad desconocida.
Antonio es el hijo menor, tiene seis años y padece parálisis infantil. Con anticipación los padres compraron un paquete de terapia con delfines en el Zoológico Guadalajara, a eso venía la familia desde el Norte de México en una camioneta estadounidense GMC, sin placas y con permiso de transportarse 30 días en el país, la misma que se llevaron los seis hombres de armas largas, luego de una dosis de majaderías, golpes y gritos.
El padre de familia tomó un pedazo de camino por la carretera libre. Recién había oscurecido. Por atrás se acercó una camioneta Suburban, se acercó una camioneta Tajo y prendieron unos focos blancos parpadeantes. Sergio supuso que eran Policías Federales, porque conoce que se mueven también en vehículos de civiles; se estacionó en una orilla y le pidieron revisar la camioneta.
Se bajó. No alcanzó a subir la mirada cuando ya estaba sintiendo sangre que le brotaba desde la nuca y le corría por el cuello. Le habían dado el primero de tres golpes, con armas, en la cabeza.
"Seis personas. Seis jóvenes, se veían muy chavalitos". Lo que siguió fue una porción de tablazos en el trasero, acompañada de ofensas y mentadas de madre gritadas para toda la familia. Así los bajaron a todos y aventaron el equipaje esculcado. La ropa de los niños voló.
"Mi esposa agarró al niño con parálisis, y yo lo que le rogaba es que me dejara bajar la silla médica del niño". Lo callaron a golpes.
Cinco minutos fueron suficientes para que Sergio terminara sin botas, sin pantalón y sin celulares. A la mujer le quitaron la bolsa, pero no la golpearon; tampoco a los hijos. Los dejaron a unos 500 metros adentro de la carretera; le advirtieron al padre de la familia, con un arma en la sien, que no se movieran hasta que dejaran de escuchar ruidos de motor. Se fueron en la camioneta estadounidense de Sergio.
En La Chona la familia esperó una hora en instalaciones de la Policía y no lograron solución. En Guadalajara pasaron la noche, en una jardinera. Elementos de la Policía municipal se acercaron, ofrecieron llevar a la familia a algún albergue, pero la enfermedad del niño menor también implica bajas defensas y riesgo a pescar cualquier virus o infección de otras personas. "Se nos muere".
La Policía de Guadalajara explica que cuando tienen reportes de ese tipo se canalizan con instancias de auxilio, el DIF (Desarrollo Integral de la Familia), por ejemplo; pero poco se puede escarbar si el delito no fue cometido aquí, en todo caso, rastrear la camioneta.
Ahora buscan algo de comer. Sergio se acercó al templo de ese jardín, San Francisco de Asís, y un padre le ofreció 20 pesos y le sugirió pedir dinero a las personas en la calle.
Llegaron a Guadalajara porque un tráiler los levantó después del asalto. Los llevó a La Chona y los esperó a que algo se solucionara. El aventón tenía que continuar su camino a la ciudad y la familia no podía desaprovechar. Ahora no saben cómo volver. Esperan comunicarse con familiares y conocidos, que les hagan favor de vender pertenencias y que les manden dinero. Les urge volver. En Chihuahua nunca les había pasado algo así.
EL INFORMADOR / ALEJANDRA PEDROZA
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