Nacionales 21 junio, 2013 - 1:00 AM
A juzgar por las investigaciones de los expertos en los Estados Unidos, detrás del terror que desatan las pandillas o maras hay 20 años de discriminación social, debilidad institucional pero sobre todo una criminalidad transnacional que está amasando enormes fortunas y poniendo en jaque los gobiernos de Centroamérica.
En una entrevista con expertos de Washington y Los Ángeles, LA TRIBUNA conoció de primera mano la metamorfosis que sufrieron las pandillas en las últimas dos décadas, incluyendo su nefasta huella de crímenes y todo tipo fechorías en Estados Unidos y más ahora en Honduras donde el abordaje de la problemática es casi nulo, tanto del gobierno como de las organizaciones de la sociedad civil.
Si bien estos grupos delictivos tienen al borde de la ingobernabilidad a los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala), paradójicamente el fenómeno no nació en estos países si no en otro lado: En Estados Unidos.
Más sorprendente es saber de manos de los expertos que aquellos grupos juveniles díscolos, que nacieron en los barrios pobres de Los Ángeles a mediados de los años ochenta, disputándose la supremacía de las calles 18 y 13, son hoy día, motores del crimen organizado en México, Guatemala, Honduras y El Salvador.
Y por qué no decirlo, en Estados Unidos hay alrededor de 500 mil antisociales de este tipo, según reportes oficiales de la policía y organizaciones que trabajan con rehabilitación y prevención de maras como Homeboy Industries en Los Ángeles o Alianza of Concerned Me (Alianza de hombres preocupados) con sede en Washington DC.
Por razones políticas y sociales, Nicaragua está libre de este flagelo a pesar de tener fronteras con el Triángulo Norte, en la que operan fácilmente más de 100 mil pandilleros pertenecientes a las ahora famosas Mara 18 (M-18) y Mara Salvatrucha (MS-13), considerada por los Estados Unidos como organizaciones criminales transnacionales. Y Nicaragua ha sido una barrera para que este flagelo se extienda a Costa Rica y Panamá.
Pero Estados Unidos tomó cartas en el asunto desde hace 20 años abordando el tema científicamente en las ciudades con mayores incidencias, al punto que hoy por hoy, estas pandillas no representan amenaza para su seguridad como en Honduras donde se dice que estos grupos antisociales han penetrado la institucionalidad del Estado como la Policía y el sistema carcelario.
Junto con las bandas del narcotráfico y el crimen organizado, estas pandillas son las que han "ayudado" a que Honduras tenga la tasa de homicidios más alta del mundo, 85 mil muertos por cada 100 mil personas vivos y que San Pedro Sula sea la ciudad más peligrosa del planeta. De las más de 20 muertes diarias que se reportan en Honduras, al menos, el 50 por ciento está asociado a las maras.
UNA HISTORIA DE CONTRADICCIONES
Ni en Washington ni en Centroamérica saben con certeza el origen de la palabra pandilla o mara, pero los especialistas aseguran que puede deberse como analogía a las marabuntas, las feroces hormigas migratorias que arrasan todo a su paso.
Cierto o no, lo importante no es el nombre sino el salto espectacular que dieron desde Estados Unidos a Centroamérica en la última década. Y con ese salto geográfico el brote de la violencia en El Salvador, Honduras y Guatemala no se hizo esperar. "Ahora funcionan como microempresas, algunas al servicio de los narcotraficantes o trabajan en forma independiente", afirma Steven Dudley, uno de los investigadores en los Estados Unidos que más ha estudiado el tema.
Dudley, director del sitio de internet Insight Crime, en el que le da seguimiento a los movimientos de las pandillas y los narcotraficantes en la región, afirma que las pandillas de Estados Unidos no tienen el nivel de agresividad que las de Centroamérica, pero en muchos casos están conectadas para el trasiego de droga y envío de remesas. "Operan como microempresas al servicio de los carteles en muchos casos", dice.
Al respecto, David Morris, supervisor de un equipo policial especial contra pandillas en Washington, afirma que las pandillas "son estructuras que funcionan dentro y fuera de Estados Unidos con el afán de conseguir dinero en delitos como secuestros, extorsión, homicidios, prostitución y tráfico de droga". Este agente cree que las pandillas están conectadas desde su país hasta Centroamérica, pasando por México. Es un ir y venir a lo largo de ese corredor del crimen.
DISCRIMINACIÓN POLÍTICA
Hay consenso entre los expertos que las pandillas nacieron en Los Ángeles pero pocos se atreven a responsabilizar a Estados Unidos de la violencia de estos grupos antisociales en Centroamérica, luego de las deportaciones masivas autorizadas por el presidente Goerge Bush padre, a principios de los noventa, cuando entonces el fenómeno de maras había rebasado los niveles de tolerancia pública y la represión policial entró en acción.
Cientos de pandilleros centroamericanos exconvictos, que habían llegado huyendo de la situación convulsiva que vivían Centroamérica en los años ochenta, regresaron a sus hogares en calidad de deportados, después de pasar muchos años en prisión donde en lugar de rehabilitarse salieron convertidos en auténticos criminales.
Con el paso de los años, las deportaciones se hicieron sentir más en El Salvador y Honduras que en Nicaragua, en vista que la cantidad de deportados a este país ha sido casi nula dado que los ciudadanos recibieron un trato político diferente que a sus vecinos, según el investigador y consultor del Departamento de Estado, Steven Dudley.
"Durante los años '80 no se le dio una recepción similar a los refugiados que venían de diferentes países centroamericanos. A los nicaragüenses se les dio la bienvenida, mientras que de Costa Rica y Panamá no llegaron demasiados", afirma Dudley.
A los salvadoreños -en especial-, pero también a hondureños y guatemaltecos, desde el principio se les consideró como "indeseables". Eso hizo que muchos terminaran en la cárcel o involucrados con bandas", agrega Dudley.
DEPORTACIONES MASIVAS
En un conversatorio con LA TRIBUNA, Dudley tajantemente dijo que las pandillas se han convertido en los motores del crimen organizado y los carteles de la droga, que los usan para cuidar y trasegar el cargamento. En otros casos actúan por grupos separados sembrando el terror como sicarios y extorsionadores, la última modalidad que más ganancias les está dejando en Centroamérica.
En su artículo Gangs, deportation and violence in Central America, Dudley revela que entre 2001 y 2010 Estados Unidos deportó a 129,726 criminales convictos a Centroamérica, más del 90 por ciento al 'Triángulo del Norte'. Solo Honduras -un país con población similar a la de Haití- recibió 44,042 deportados en ese período. Las cifras son aún más espeluznantes para México, según Dudley: 779,968 criminales deportados en el mismo período.
"Las cifras son apabullantes. Casi cualquier país habría hallado difícil lidiar con esas cantidades. Además, la información que debería pasarse entre gobiernos cuando ocurre una deportación de criminales, no se intercambió", expuso. "Como resultado de las deportaciones, los gobiernos centroamericanos quedaron con un número enorme de criminales en sus manos y sin ninguna información sobre sus expedientes, ni siquiera a qué pandilla pertenecían".
Datos dados por el vicealcalde de Los Ángeles, Guillermo Céspedes, revelan que existen alrededor de 400 pandillas con 45 mil miembros en esa ciudad pero si amplía el perímetro al resto del condado las cifras se duplican con facilidad.
Transfieren centenares de miles de dólares: HSI |
Desde febrero del 2005 está en marcha la Operación Escudo Comunitario. Mediante esta iniciativa agentes especiales de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI, por sus siglas en inglés) en un trabajo conjunto con agencias de aplicación de las leyes federales, estatales y locales a nivel nacional han arrestado más de 30 mil 300 pandilleros afiliados y vinculados a más de 2 mil 300 diferentes pandillas. Al menos el 40 por ciento de los arrestados tienen un historial criminal violento. Más de 390 de los arrestados eran líderes pandilleros y más de 4 mil 240 eran miembros de la MS-13 o asociados. Por medio de esta iniciativa nacional, HSI ha confiscado más de 4 mil 500 armas de fuego. Las investigaciones de HSI han revelado que la MS-13 está involucrada en actos criminales como contrabando de drogas, tráfico de personas, lavado de dinero, secuestro, asesinato, violación, robos armados, fraude de documentos y beneficios y otros delitos. Con relación a la MS-13 y Calle 18, HSI conoce por medio de investigaciones que esos grupos transfieren decenas de miles de dólares, que pueden llegar a centenares de miles de dólares por año de Estados Unidos a Centroamérica si se mira globalmente a las pandillas. HSI espera que la designación de la MS-13 y los seis designados como grupos criminales transnacionales permita una mayor investigación para identificar las ganancias ilícitas que HSI actualmente no ha identificado. El HSI también posee información que muestra que las pandillas están involucradas con organizaciones traficantes de drogas (DTO, siglas en inglés). Con referencia a la MS-13 y Calle 18, la pandilla en su totalidad no está involucrada en el tráfico de drogas, pero hay clicas y programas que se han identificado que están involucradas con las DTO. El HSI no tiene cifras sobre órdenes finales de deportación disponibles sobre pandilleros en este momento, pero los expertos suponen que son centenares. El ataque y desmantelamiento de organizaciones despiadadas como la MS-13 es una de las principales prioridades de aplicación de la ley por parte de HSI. HSI ha encabezado más de 12 investigaciones del crimen organizado realizadas en Washington, DC., Virginia, Nueva York, San Francisco (California), Houston (Texas), Atlanta (Georgia) y más reciente en Nueva Jersey. Nada de esto último está pasando en Centroamérica, mucho menos en Honduras. Lo más novedoso en este campo es la tregua accedida por los gobiernos, desesperados por frenar el paso destructor de las temibles marabuntas. Sin embargo, Dudley advierte que el pacto puede ser bueno aunque los gobiernos están entrando en otro terreno más peligroso: Que las pandillas adquieran poder político, remedio que resultaría peor que la enfermedad. |
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