Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) es uno de esos directores con aura. Lo es desde que en 1993 estrenara Cronos, una insólita mirada al vampirismo que le granjeó de inmediato la admiración del público de género y le llevó (quizás demasiado pronto) hasta los platós de Hollywood. De allí volvió enfadado después de firmar la fallida aunque curiosa Mimic. Se rehizo dando luz a El espinazo del diablo y no volvió a las fauces de la meca del cine hasta 2002 (para rodar la secuela de Blade), donde se quedó para rodar su proyecto más personal: Hellboy.
Desde entonces ha combinado la dirección con el guion y la producción. Precisamente esto último le llevó a Roma, donde presenta sus créditos como productor ejecutivo de El origen de los guardianes, magnífica película animada para los más pequeños que surge de la incansable factoría de Dreamworks.
"¿Por qué me metí en esto? Bueno, me gusta la idea de trabajar con directores que tratan de hacer sus primeras películas. Lo hice con El orfanato y con No tengas miedo a la oscuridad, y ahora con El origen de los guardianes, creo que es bueno tener alguien que pueda apoyarles en su debut", dice Del Toro sentado en una silla de plástico que no parece ser el colmo de la comodidad.
Luce una barba cuidada y unas gafas de otro tiempo, de montura redonda, que más parecen una declaración de intenciones que unas simples lentes. Habla lentamente (muy lentamente) y uno no sabe muy bien si es culpa del sofocante calor romano o una inversión en ritmos pausados, como si desprendiéndose de las respuestas se quitara un peso de encima.
"Pienso como un director, así que produzco como me gustaría que me produjeran a mí", cuenta. "Muchas veces me han producido, así que sé exactamente lo que pediría a mi productor y no cometo errores ni intento ponerme por encima de la figura del director, que es algo que no me gusta que hagan conmigo. Yo estoy para ayudar. ¿Mimic? Es un buen ejemplo, estábamos haciendo dos películas distintas, yo estaba haciendo lo que me gustaba: yo quería hacer Mimic. Los productores (el estudio) querían hacer Alien 4 al final la cosa quedó en Alien 3 1/2".
En El origen de los guardianes una serie de figuras mitológicas se une para combatir al Hombre del Saco. Quizás una metáfora bastante adecuada para los tiempos que corren: "¿Tú crees que en el mundo real el Hombre del Saco arrasaría? [SONRÍE] Depende del círculo de responsabilidad que mires [extiende los brazos y dibuja un círculo]. Si miras en tu propio círculo, en el de tus amigos íntimos, en el de tu entorno, entonces creo que hay esperanza; si miras desde fuera y a lo lejos entonces te doy la razón, el Hombre del Saco va ganando de lejos. Pero repito que creo que debemos empezar a mejorar las cosas desde nuestros propios círculos de responsabilidad y después (solo después) tratar de cambiar las cosas. Se habla mucho de cómo son los jóvenes y esto y lo otro, pero si miras a Europa verás que la juventud se muestra realmente activa, luchando contra las grandes corporaciones, y yo creo que hay esperanza y que eso deberíamos celebrarlo. La juventud está demostrando que se puede cambiar el sistema".
Del Toro se anima aún más cuando se le pregunta quién representa el Hombre del Saco en el mundo actual: "Lo más disfuncional del mundo son los políticos Fíjate, cada gran organización ha sucumbido en los últimos tiempos. La política ha fracasado, la religión ha fracasado, y lo han hecho porque aunque se supone que deben funcionar de una determinada manera se dedican a hacer todo tipo de cosas excepto a cumplir con su cometido. Un banco, por ejemplo, crimen organizado, pero con licencia. Tienes que pagar esto y aquello, y en realidad estás sufriendo una nueva clase de opresión Lo que sí creo es que la humanidad se balancea, vamos de las épocas más oscuras a otras mucho más luminosas, pero cuando estamos en las primeras tendemos a asustarnos mucho: [GRITA]'Oh, no, no puede ser, está muy oscuro'. Deberíamos tener un poco más de perspectiva".
La película de Dreamworks, en cuya versión original cuenta con las voces de Hugh Jackman o Alec Baldwin, es también un filme optimista, ciertamente romántico, en un tiempo en el que el cine parece estar dominado por el tenebrismo: "El romanticismo es el nuevo punk.[RISAS] Al final de la edad de la razón, cuando aparecieron los poetas románticos, todo era iconoclasta, salvaje. Lo que nos pasaba entonces con ese movimiento nos pasa ahora con el cinismo: lo que empezó siendo algo iconoclasta y revolucionario ahora es solo otra clase de conformismo. Creo que sigue siendo importante hablar de la felicidad y dejar claro que no hay que avergonzarse en tratar de perseguirla".
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