viernes, 8 de mayo de 2015

La muerte de Manuel Torres Félix "El Ondeado" o el "M1" la traición del Mayo Zambada

MAZATLÁN._Fue la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) la que le puso marcaje desde aquel 1 de junio de 2011.

Entró a la "lista negra" de Estados Unidos como persona sujeta a la Ley de Cabecillas Extranjeros de Narcotráfico, la Ley Kingpin. Desde entonces, se sabía que andaba a salto de mata, en la zona del Valle de San Lorenzo, donde desde febrero de este año ha habido varios operativos del Ejército y la Marina.

Manuel Torres Félix, según la OFAC, nació el 28 de febrero de 1958 en Cosalá, posiblemente en el Llano de los Refugio. Dos años mayor que Javier Torres Félix (1960), "El Ondeado" nunca pisó la cárcel a diferencia de "El JT".

Detenido el 27 de enero de 2004 en su domicilio de Colinas de San Miguel. Javier había sido detenido otras dos veces: una en California en 1992 y otra en Cancún en 1994.

A Javier lo extraditaron a Estados Unidos en el 2006 y fue sentenciado a ocho años de prisión. El 13 de marzo de 2013 saldrá en libertad.

En Sinaloa, Manuel Torres ascendió a operador financiero y brazo armado del Cártel de Sinaloa, luego de la ruptura que generó la detención de Alfredo Beltrán Leyva, y la vendetta violenta de Arturo Beltrán, "El Barbas".

Primero fue el ataque contra Joel Torres Jiménez, hijo de "El JT" en un billar de la Guadalupe Victoria, la que abrió un frente de guerra.

El 18 de agosto, con el asesinato en Montebello de Atanasio Torres Acosta, se firmó esa guerra y pronto las calles de Culiacán se desataron enfrentamientos.

Desde entonces, y debido a que "El Barbas" le decía "ondeado" en los mensajes localizados en hombres decapitados, Manuel Torres, que era el M-1, pasó a ser "El Ondeado". Decenas de cadáveres poblaron las calles y baldíos de la capital, nombrando su nuevo apodo, guerreando contra "El Barbas".

Pero fue hasta el 20 de septiembre de 2008, cuando el Ejército filtró a los medios una fotografía de él y su sobrino Misael Torres Urrea, en que su rostro cobró relevancia en las redes sociales y en composiciones de narcocorridos.

La imagen había sido hallada en un rancho de El Carrizal, donde aseguraron armas y municiones. Entonces se convirtió en "efigie" para los compositores del "Movimiento Alterado" (una productora de música).

En la primavera del 2010, en medio de los ánimos electoreros, Manuel e Ismael Zambada pasaron a ser consuegros, al contraer nupcias un hijo del "Mayo" con una hija del "M-1".

Calmada la guerra, en el 2011 fue exhibido como uno de los más buscados por la OFAC y la PGR.

En febrero de 2012, cayó un operativo militar en La Higuera de El Salado, donde se presumió iban por él. En marzo, se especuló la muerte de "El Fantasma", abatido por las fueras castrenses en Oso Viejo.

Y ahí, en esos terrenos, terminó "El Ondeado", con sus últimas armas, un pantalón café y un cinto de cuero blanco.



No hubo banda ni disparos de despedida, no hubo excesos, salvo por la presencia militar y por esas toneladas de flores que lo acompañaron hasta Jardines del Humaya, donde están los restos de su hijo Atanasio. Sobrio el funeral de Manuel Torres, hasta parecía el adiós de un hombre de bien.

Manuel Torres Félix le dijo a su gente que lo dejaran solo. Y le cumplieron: solo, solo, solo.

Sus exequias estaban lejos de ser las del gran capo, a pesar de los esfuerzos: pocos en su funeral, pocos en la San Martín del Zapata, en la colonia Guadalupe, donde hasta los soldados se mostraron desconcertados por la poca afluencia y abandonaron los retenes que habían aplicado en los alrededores. Y se quedaron ahí, nomás viendo. Dizque vigilando.

Quizá por esa soledad, terca y abrasiva, fueron compradas coronas y arreglos florales: llenar la oquedad con olores y colores monumentales, del piso al techo. Así inundaron la sala en la que estaba su féretro y sus familias y allegados, igual que los pasillos, durante los funerales.

Las florerías del sector tuvieron su repunte en las ventas: hubo coronas para el Ondeado, para el M1, de 500 rosas, a un precio de 10 mil pesos, y las más caras, de mil 500 rosas y otras flores, de 30 mil pesos, aunque esas fueron las menos. Cada uno de estos establecimientos comerciales logró vender tan solo en el primer día de velorio entre 12 y 15 coronas y otros arreglos.

Ataúd de faraón para un capo que se quedó solo. El féretro, metálico y chapeado en oro, junto con todo el servicio funerario contratado por la familia, tuvo un costo cercano a los 620 milpesos.

Sus favoritas

Manuel Torres Félix vivía en el monte. Su rabia creció y se alimentó con una materia prima: el homicidio de uno de sus hijos, Atanasio, en abril de 2008. Estos ataques se dieron luego del resquebrajamiento del cártel de Sinaloa y las pugnas con los hermanos Beltrán Leyva.

Atanasio hijo del Ondeado
Rara vez, confiesan fuentes, venía a la ciudad. Y no pasaba más allá de Cosalá. Conocía la serranía culichi y sus alrededores, sobre todo en el sector sur, porque era su casa, su viento, su predio y su patio. Desde ahí operaba y controlaba, al servicio de Ismael Zambada García, el Mayo, uno de los líderes de esta organización criminal.

La información oficial indica que los militares le dieron muerte en una zona deshabitada, cerca de Oso Viejo, la madrugada del sábado 13 de octubre. Otras fuentes cercanas a este grupo indican que los uniformados le tendieron una pinza hasta que lo cercaron, y luego lo ultimaron.

Pero hay sospechas y no pocas: versiones extraoficiales indican que cuando el Ejército lo tuvo en sus manos ya estaba muerto, que tenía más golpes que balazos, una fractura expuesta de codo, tal como se aprecia en una de las fotografías que circulan en las redes sociales.

De acuerdo con información que contiene el peritaje realizado por la Procuraduría General de la República (PGR), se registraron seis lesiones de bala, una en el tórax anterior, otra en el posterior, una más en el abdomen, otra en el brazo izquierdo, una en un muslo y otras más en la pierna izquierda.


La causa de la muerte, según a conclusión pericial, fue por laceración pulmonar en ambos pulmones. La posición del occiso fue decúbito dorsal.

El cadáver duró en el Servicio Médico Forense desde la mañana del sábado hasta la noche del lunes. Pero nadie explicó por qué la noche en que supuestamente cayó abatido, elementos del Ejército mexicano levantaron el cuerpo y se lo llevaron al Semefo sin las actuaciones previas del Ministerio Público.

El cadáver fue paseado y retenido cuantas veces se pudo, al parecer por decisión de familiares: desde la noche del lunes y todo el martes en la funeraria, el miércoles una misa matinal y su traslado a los pueblos donde era conocido, y el jueves de nuevo a la funeraria y luego, durante la tarde, a Jardines del Humaya, a la tumba donde está su hijo Atanasio.

En los pasillos de la funeraria están sus parientes, amigos, vecinos y allegados. Todos parecen tristes, pero en paz. Resignados a la fuerza. Tranquilos, al final. Sueltan el aire: saben que murió un hombre con fama de sanguinario, a quien velan como un hombre apacible, de bien.

—¿Te quedó debiendo? —preguntó un hombre a un músico que acudió al funeral.
—No, ¿por qué?

—Para que te pague la familia. Porque si no, ya te chingaste.
—Ni modo. El señor fue bueno con nosotros. Vine a despedirlo.

El Señor, el Ondeado, el M1. Hermano de Javier Torres Félix, el JT, preso en Estados Unidos por narcotráfico. Ejecutor fuerte, duro: cercenador, decapitador y firmante de mensajes fúnebres dirigidos a sus enemigos, los Beltrán Leyva. Su firma, ese machete grande que dicen estaba chapeado en oro, fue la rúbrica en muchas, por no decir que todas, sus ejecuciones.

—¿Y cuál canción era la que más le gustaba al Señor?
—Carta a Esther… y Flor de Dalie.

Y se puso a cantarlas. Ahí, a capela. A solas.

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LA M

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