Opinión de HOY
El ministro del Interior, José Serano, calificó al operativo policial por el que se desarticuló una peligrosa banda delictiva, como "el golpe más duro e importante al hampa y el crimen organizado en los últimos 20 años en el país". En la acción participaron de forma simultánea 300 policías y 20 fiscales en Guayas, Santa Elena, Los Ríos y Esmeraldas; y se logró la captura de 50 integrantes de la red delictiva, entre los que constan 10 presuntos cabecillas. A la banda se le atribuye 50 asesinatos por sicariato en los tres últimos años, tráfico de drogas en varias ciudades de la Costa y control del microtráfico al norte de Guayaquil; en ella estarían los jefes de "Los Choneros", a quienes se acusa de haber planificado y operado la fuga de 18 reos de alta peligrosidad de la cárcel de La Roca. Además, el grupo tendría conexiones con el cartel mexicano de Sinaloa, así como con las bandas delictivas colombianas de Los Rastrojos y Los Urabeños.
Es sin duda un muy significativo golpe contra la delincuencia. Y merece reconocimiento y apoyo la labor policial que ha conseguido desarticular tan peligrosa y amplia organización criminal.
Sin embargo, junto a este reconocimiento, quedan en espera de respuestas al menos dos inquietudes: 1. Cómo un grupo criminal puede operar tantos años en la impunidad, inclusive cometer decenas de asesinatos en los tres últimos años, sin que lleguen a él antes las investigaciones policiales, ni las manos de las autoridades y jueces. 2. Entre los detenidos, se cuenta un expolicía, un capitán de la Policía y un sargento en servicio activo, lo cual prende otra señal de alarma sobre la penetración del crimen organizado en las filas de la institución.
De esas inquietudes, se infiere la necesidad de mejorar los servicios de inteligencia e investigación criminal, de una verdadera reforma y modernización de la institución policial y de mejorar los procesos de depuración y combate a la corrupción en sus filas.
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