La muerte ronda al cardenal Norberto Rivera Carrera.
Al menos es la segunda vez en ver armas y escuchar ráfagas de plomo.
La primera fue en junio de 2012, en Tijuana.
Fue invitado a una ceremonia religiosa y, de regreso al aeropuerto, iba acompañado del entonces secretario de Finanzas del gobierno estatal, José Ramírez, el conductor del vehículo y otro pasajero justo atrás de él.
Rivera Carrera ocupaba el lugar del copiloto.
De repente lo cercaron escoltas de malosos y lo encañonaron.
Él bajó el vidrio del vehículo, los sicarios lo identificaron como prelado y, tal vez con la sombra de Juan Jesús Posadas atrás, simplemente le pidieron continuar su viaje sin protestar.
El resto del trayecto fue de silencio, con alusiones apenas para aventurar:
-Así opera la gente de los hermanos Arellano Félix -a la sazón el cártel dominante en el noroeste del país y en lucha constante por cultivo y ruta de mariguana con el cártel de Sinaloa.
Como sea, nunca se investigó y nunca se supo.
A ver si ahora sí se da con quienes propiciaron la balacera frente a su casa en la colonia Florida de la Ciudad de México.
Los primeros indicios conjeturan de un intento de secuestro, evitado porque sorprendieron a los intrusos al repeler la agresión y no encontrar éstos puertas francas, como suponían cuando tramaron el plagio.
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