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'); if (!opts) opts = {t:1}; if (!eplArgs.sOpts) { eplArgs.sOpts = {}; } eplArgs.sOpts[eID] = opts; eplSetAd(eID); } //--> Arturo "Carau" Quevedo tenía 58 años y frondosos antecedentes. Gozaba de prisión domiciliaria. Un hombre llegó a la vivienda con el pretexto de entregarle una citación y lo baleó sin más palabras. La vivienda de pasaje Casilda al 1700, en Villa Gobernador Gálvez, donde Quevedo cumplía prisión domiciliaria. Hasta allí lo fueron a buscar con la excusa de entregarle una citación judicial. "Llamaron a la puerta y salí a atender. Un muchacho en moto me preguntó por mi hermano. Me dijo que traía una citación para Tribunales y se la tenía que dar en mano. Entonces lo llamé. Cuando salió, el muchacho lo saludó, hizo como que buscaba unos papeles, sacó un arma y lo mató". En cinco oraciones Delia relató como el martes, a las 21, frente a su casa de pasaje Casilda al 1700, en Villa Gobernador Gálvez, un sicario asesinó de siete balazos a su hermano: Arturo Alejandro Carau Quevedo, un hampón de 58 años que cumplía prisión domiciliaria por problemas de salud tras ser condenado en 2010 a cuatro años y seis meses por infracción a la ley de drogas. Carau era un cañero viejo, como en la jerga se califica a los maleantes armados de otros tiempos. Esos que no dudaban en prenderse en fuego cruzado con la policía o, en su defecto, con algún enemigo ocasional. Acuñó un prontuario enciclopédico, de más 40 años, en el que sumó delitos contra la propiedad, las personas y el comercio de estupefacientes. Carau había sobrevivido a todos. A los ladrones de la dictadura y a los de la democracia. Un hampón que no perdonaba deslices entre los suyos. Su foja prontuarial también muestra como muchos de los que se ganaron la vida de caño terminaron mutando hacia el negocio de las drogas. El primer antecedente del hombre data del 15 de octubre de 1970, cuando lo acusaron por robos reiterados. Según la policía, el primer homicidio se lo imputaron el 23 de julio de 1973. ¿El último antecedente? El 11 de mayo de 2010, cuando el Tribunal Federal Oral 1 lo sentenció a 4 años y 6 meses de prisión por violar la ley de estupefacientes. Previamente, el 21 de noviembre de 2000 el mismo tribunal lo había condenado a 8 años de cárcel por transporte de estupefacientes. La cocina de Alvear. La última crónica policial de la que Carau había sido protagonista se dio el 10 de junio de 2009, cuando fue apresado por agentes de la ex Drogas Peligrosas santafesina junto a una docena de personas. Entre quienes cayeron entonces estaba La japo, su compañera de entonces, de 50 años; y Oscar Gregorio Caminos, primo de Pimpi, quien se fugó de la alcaidía de Jefatura el 28 de mayo de 2010 y fue recapturado un año y dos meses más tarde. De acuerdo a las escuchas telefónicas que engrosaron aquel expediente en manos del juez federal Marcelo Bailaque, Quevedo traía pasta base desde Bolivia por vía terrestre en embarques de entre 7 y 10 kilos. Y luego, en una cocina de droga que el mismo regenteaba, producía entre 20 y 30 kilos de cocaína de buena calidad. En una casa que Quevedo tenía en Alvear incautaron 100 gramos de pasta base, un litro de amoníaco, 15 litros de acetona y otros precursores químicos de los utilizados para el estiramiento de la droga. También había allí, dijeron los pesquisas, unos 5 kilos de material de corte (para estirar la cocaína), municiones de diferentes calibres, teléfonos celulares y una olla que dio positivo de cocaína al ser sometida a los reactivos químicos. El arresto de Carau permitió desmontar varios locales de su cadena: uno en pasaje Larguía al 3400, en el barrio La Tablada; otro en la cortada Gomensoro al 1400 (demolido hace dos semanas), en la villa La Lata; uno más en una unidad básica del PJ de Juan Manuel de Rosas al 4400, donde secuestraron 6 kilos de marihuana; y también en una casa de Gaboto al 1000 donde había 3 kilos de esa droga y medio kilo de pasta base. Por esa causa, el Tribunal Oral Federal 1 lo condenó en mayo de 2010. Por entonces, a Carau Quevedo le habían practicado una urostomía (cirugía para desviar la orina de su paso por la vejiga dándole salida por la pared abdominal) por lo cual sus defensores tramitaron su prisión domiciliaria. Y a mediados de 2010 Carau fijó como lugar de residencia la casa de una de sus ocho hermanos, en pasaje Casilda al 1700 de Villa Gobernador Gálvez, jurisdicción de la comisaría 29ª. Una falsa citación. El martes a la noche, Quevedo estaba en esa casa tomando unos mates junto a su madre, su hermana Delia y algún otro familiar. Aproximadamente a las 21, a la puerta de la casa llegó un hombre de unos 35 años manejando una moto de color oscuro. Sin sacarse el casco golpeó las manos y Delia salio a atender. "Un muchacho en moto me preguntó por mi hermano. Me dijo que traía una citación para Tribunales y que se la tenía que dar en mano", explicó la mujer ayer a LaCapital, abatida por la pérdida. El motociclista preguntó dando nombre y apellido de Carau. La escena terminó con la ejecución a sangre fría de Quevedo en el jardín delantero de la casa. Su cuerpo quedó tirado entre los dos metros que separan las puertas de ingreso y a un costado de un auto estacionado en un garaje a cielo abierto. "Cuando escuché los tiros corrí para un costado y el que le disparó a mi hermano se subió a la moto y se fue. Cuando me di vuelta, mi hermano ya estaba muerto", describió Delia. La descripción de las heridas que soportó la víctima indican la ferocidad del sicario. Recibió siete impactos que lo alcanzaron en el maxilar inferior, la nariz, la nuca, la oreja izquierda, el hombro izquierdo, el brazo y la pierna izquierda, y la espalda. En la escena del crimen los pesquisas levantaron siete vainas servidas calibre 9 milímetros y cuatro plomos deformados. En el frente de la casa, en tanto, se podían contar hasta 15 huellas de esquirlas. El homicida no dejó de disparar hasta estar seguro del resultado. Allegados a la causa, en manos de la jueza de Instrucción Mónica Lamperti, indicaron que el cuerpo de Carau tenía quemaduras de pólvora en el rostro, señal de que el sicario disparó a quemarropa. Una vez el juez italiano Giovanni Falcone, brutalmente asesinado en mayo de 1992 por la mafia en Sicilia dijo: "Una vez que te apuntaron, sólo es cuestión de tiempo". A Carau Quevedo lo tenían apuntado y ayer fue la noticia del día en Villa Gobernador Gálvez y la zona sur de Rosario. Varios experimentados pesquisas lo recuerdan como una especie de eslabón perdido entre los hampones de la vieja escuela y la nueva delincuencia ligada al mundo de las drogas. Su prontuario da cuenta de eso con una treintena de antecedentes por delitos contra la propiedad y las personas. Entre las que resaltó un despiadado enfrentamiento ocurrido el 14 de mayo de 1996 en Avellaneda y Rueda en el que tres individuos se enfrentaron con una patrulla de la Guardia de Infantería. Allí murió un cómplice de Carau, Enrique Muñoz, y el policía Fernando Arco, hoy comisario inspector, recibió dos balazos (ver aparte). Su crimen será investigado por la seccional 29ª y la sección Homicidios.
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