domingo, 19 de julio de 2015

El narco que nos persigue

En la parodia, que ya algunos conocerán, la chilena relaciona a las colombianas con drogas y prostitución. 

En el video, aparece el funcionario aparentemente borracho, con una cerveza en la mano, sin camisa y varios hombres armados bailando alrededor. Lo más absurdo del asunto es que la vergonzosa situación haya sido filmada por uno de los asistentes.

Con consentimiento del concejal y que el video haya sido subido sin reparo a las redes sociales. Muy seguramente tanto Larrota como quien filmó pensaron que esta situación era "chistosa" o "divertida". Igual que Belén Mora cuando ingenuamente creyó que su "parodia exagerada".

Haría reír a miles mientras "inconscientemente" seguía ensuciando el imaginario que tienen los chilenos de nuestros conciudadanos.

Pero los colombianos ya no estamos para estos "chistes" ni ninguno otro que relacione nuestra cultura con el mundo de la estética narco. Esa que asocia a la mujer con una muñeca de la mafia, al hombre con un macho ordinario y matón, y a nuestro trabajo con el tráfico de drogas. Si bien el humor ha sido una de nuestras mejores herramientas para tomar distancia crítica y burlarnos de lo que somos, este requiere de una habilidad y un pensamiento analítico muy particular para no caer en el mal gusto y lo grotesco.

Traer el humor al drama permite tomar la necesaria distancia de esos acontecimientos trágicos que nos rodean. Los seres humanos nos reímos de aquellas circunstancias que se nos presentan como una deformación o una caricatura de lo que nos representa. Sin embargo, cuando se empieza a borrar el límite entre lo chistoso y lo ordinario caemos en la reproducción de los estereotipos que queremos evitar. El video de Larrota representa una cultura de bárbaros, salvajes y hampones que no está muy lejos de los miles de "usted no sabe quién soy yo" o de los "colados" de Transmilenio, entre muchos otros más.

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